Al que le quiera quitar el teléfono a su adolescente, preadolescente o puberto y tirarlo por la ventana, bienvenido al club. Que terrible es verlos viviendo en una realidad virtual y que sean influenciados las 24 horas por las redes sociales. Peor aún, es que crean que la gratificación instantánea sea un modo de vida.
No es común para ellos esperar, mucho menos hacer planes para objetivos lejanos que toman demasiado tiempo. Sus recompensas son inmediatas. Viven en el momento. Aquí, ahorita y rapidito. Todo es inminente y al alcance de sus manos.
¿Cuál sería el punto de esperar? Cualquier duda, aclaración, comentario, conversación, problema, tarea o canción se puede resolver en cuestión de segundos. Para ellos el plazo más largo que existe son los 3 minutos que se tarda en encender el celular una vez que se le ha agotado la batería, y hasta para eso son de paciencia corta.
Aún así, guardemos el látigo y dejemos de preguntarnos qué pasó con los tiempos aquellos. Al que se quiera regresar a la época de las cavernas, bienvenido. Estamos en el siglo XXI. La vida avanza, no hay vuelta para atrás. Como dicen por ahí: adaptarse o morir.
El asunto aquí es: adaptarse y también saber morir.
Ellos ya están adaptados…. pero eso de morir será para alguien más. No está en sus planes. Batallan para ver el cielo como última meta de su existencia. Tienen dificultad para entender que la vida eterna es eso: ETERNA. La pura palabra les da flojera. Para ellos “eterno” es que el amigo se tarde más de 10 minutos en contestar un mensaje.
Si no ven más allá de esos minutos, pues no van a planear en qué condiciones llegar a la eternidad.
Y si no planean, pues menos van a tomar acción al respecto.
Y si no toman acción cada día al respecto…
¿Qué van a hacer después del último acto, los aplausos, el encore y la despedida final? ¿Agarrar el teléfono y googlear instrucciones? ¿Poner Waze? ¿Mandarle un mensaje a su mamá? ¿O tomarse foto llorando en su lecho de muerte y subirla?
Lo de tirar el celular por la ventana sabemos que no va a suceder. Obligar al adolescente a ir a misa diaria, tampoco. Y todavía menos sería prudente estarles recordando que se van a morir.
Vayamos directo, al grano. Preguntarles abiertamente: ¿A qué le tiras? ¿Qué haces aquí? ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué estás acá? ¿A dónde quieres llegar?
No esperemos respuestas profundas ni existenciales. Más bien, probablemente nos pongan ojos de sapo. No importa. La semilla está plantada. Solo hay que regarla seguido. La responsabilidad es, en gran parte, nuestra.
Al cielo se llega volteando pa’ arriba y planeando…. no se llega volteando al celular y sólo reaccionando.
Si nuestros hijos post millennials no ven el cielo como la meta última de su existencia, se los va a jalar el “ahí se va”. Habrá que hacerlos entender que el wifi gratis NO ES el Paraíso.
La vida eterna no tiene fecha de entrega…. y esa, estoy segura, no van a querer que llegue como están acostumbrados: inmediatamente…
-T.Armenta
Muy interesante el punto. Mejor dicho, los puntos. Primero lo explícito, me explico, tratamos a las “redes sociales” como si fueran seres vivos que son tan inteligentes como para influir en las personas cuando en realidad son las personas que utilizan las formas de comunicación electrónicas para influir en los demás. Las redes sociales son el equivalente al chisme de lavadero, el pleito de cantina, el romance del parque, la oficina, etcétera de nuestros tiempos de adolescentes. Si en mi adolescencia hubiesen existido las redes sociales estaría fascinado.
El segundo punto, de lo explícito, la inmediatez. Todos queremos todo de manera instantánea. Porque somos impacientes. Porque nos enseñaron, y consecuentemente enseñamos a nuestra descendencia a ser impacientes. Es muy confortable el “mientras más rápido salga de esta bronca mejor”. Eso lo apoyamos y lo fomentamos. La causa es que todo lo calificamos como “bronca” (interpretarlo como problema) y creamos un estado de ilusión de que hacemos más cosas, tenemos más tiempo, somos más queridos. Todo es “más” y eso nos es satisfactorio y placentero.
Lo implícito, o no enseñamos a valorar o valoramos de manera errónea. Todos seguimos un código moral pero puede ser o no el adecuado. También existe el caso de la congruencia, no predicamos con el ejemplo.
Qué provocador es eso de adaptarse o morir. Midamos nuestra resiliencia pero aprendamos a valorar, al menos tenemos el respeto, la justicia y la honestidad.
Muchas gracias por tus letras Tania.
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EDGAR
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Muy interesante, Edgar. ¡Me encantan tus comentarios! Muchas gracias. Son un placer y siempre bienvenidos.
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Gracias Tania, tu pensar y sentir embobado a la perfección con el mio, y tu lo evidencias con tus relatos tan bien escritos. Felicitaciones.
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Muchas gracias, Jaime! Saludos!
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Embonando
😍
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Muy bien dicho todo lo q estamos viviendo ! Me pregunto si asi se angustiaron nuestros padres cuando llego la TV a la sala de nuestra casa?????
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¡Seguro que pensaron en adaptarse! No hay vuelta atrás.
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Hola Tania:
¿Que vamos a hacer el día que ya no se usen los celulares?
¿Me puedes ayudar a contestar esta pregunta?
Gracias
Rodolfo
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¡Hola Rodolfo! Claro! En realidad el tema central del escrito no es sobre el buen o mal uso del celular. Es sobre la inmediatez de la información.
Es sobre saber planear cosas a largo plazo, sin dejar que la costumbre de las nuevas generaciones de tener todo de inmediato, se interfiera.
No me imagino que pueda pasar en el supuesto caso de que un día ya no se usen. ¡Yo en lo personal lo uso muchísimo!
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Muy interesante, Edgar. ¡Me encantan tus comentarios! Muchas gracias. Son un placer y siempre bienvenidos.
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